Desde Washington, el secretario general de la OEA y militante socialista afirma que hay una crisis general de la política chilena, y que su partido no está exento de esas "anomalías". Respecto de las diferencias entre la OEA y otros entes regionales como Unasur y Mercosur por la reciente crisis en Paraguay, sostiene que "no hay ninguna razón para que los organismos internacionales tengan que hacer todos exactamente lo mismo".
por: Carlos Monge La Segunda
La voz de José Miguel Insulza, secretario general de la Organización de Estados Americanos, suena tranquila al otro lado del teléfono, desde un caluroso Washington. No le incomoda haberle puesto la proa a dos de los países con mayor peso geopolítico en el Cono Sur -Brasil y Argentina- a partir de la crisis suscitada por la destitución del ex Presidente de Paraguay, Fernando Lugo . Lo que le costó incluso alguna queja pública de parte del canciller brasileño, Antonio Patriota .
Para él, la OEA que dirige desde hace siete años no está en competencia con ningún otro tipo de organismo internacional y es legítimo que entidades como Unasur o Mercosur tengen distintos puntos de vista sobre los sucesos políticos que ocurren en el continente. Aclara, eso sí, que no hay ninguna otra organización que sea tan representativa y convocante como la OEA.
Y aunque prefiere hablar principalmente de temas internacionales, este político socialista de extensa trayectoria no rehúye las preguntas que abordan la actualidad política chilena. Con la única salvedad de establecer claramente que habla como ciudadano, y no desde su alta investidura en el principal foro y espacio de diálogo de nuestro hemisferio.
-En estos días, el Partido Socialista, que es su domicilio político en Chile, ha acaparado titulares de prensa en los que se habla de una profunda crisis interna. Su ex presidente, Ricardo Núñez, dice que es la crisis más grave de los últimos 30 años y se ha llegado a declarar que es un partido que se está desangrando.
-Bueno, he seguido este proceso con bastante preocupación, pero también con algo más de la tranquilidad que da la distancia. Creo que hay una situación muy especial en este momento en la política chilena. Y no me atrevería a priori a definirla. Tal vez la clave está en la crisis de los proyectos históricos o en la falta de un acuerdo social más amplio, que sea capaz de convocar a muchas personas. Por eso mismo, hemos visto que el presidente de un partido se opone a la política del mismo gobierno al que su partido pertenece. Y al mismo tiempo, vemos que en la oposición algún presidente de partido dice que la Concertación ya se terminó y se siguen reuniendo, sin embargo, sin mayores problemas.
Es muy claro, desde luego, que el Partido Socialista no está exento de todas estas situaciones anómalas por la que atraviesan hoy las fuerzas políticas. Ahora, no es que ello me guste, obviamente. Pero lo que digo es que no escapa al proceso general de evolución y de transformación muy pronunciado que está viviendo el conjunto del mundo político. Y eso implica que está en dificultades. Aunque espero que el PS resuelva estos problemas.
Me alegré mucho, por ejemplo, de la decisión del diputado Marcelo Díaz de mantenerse dentro del partido, y espero que la directiva sea capaz de abrir espacios a mucha gente, a muchos socialistas que quieran dar su opinión sobre su partido. Pero, fuera de eso, la verdad es que no tengo mucho más que recomendar.
La fractura de la Concertación
-Dentro de la coalición opositora aparecen, por primera vez, dos segmentos claramente diferenciados. Por un lado, se habla del eje histórico DC-PS, y, por el otro, de un bloque de izquierda "progresista", que todavía está nonato, pero que está haciendo fuerzas para emerger. ¿Aprecia usted un panorama de desorden y dispersión?
-El panorama, como ya he dicho, es bastante confuso hoy en día, pero soy un convencido de que en Chile se necesita para gobernar establemente de una alianza del centro y de la izquierda. Del centro y de la izquierda (reitera)... Ahora, los distintos modelos que se pueden armar para eso o si los distintos actores que están tratando de armarlos son competentes, ésa es otra cosa. Si están agotados o no los referentes, ése es otro problema. Pero pretender, a estas alturas, levantar una propuesta alternativa y pensar que una coalición de izquierda va a ser capaz de dirigir al país por sí sola, o sea... Yo, francamente, discrepo de esa visión.
- ¿Ha tenido oportunidad de conversar últimamente con la ex Presidenta Michelle Bachelet?
-Hace más de un mes que no la veo. A la ex Presidenta Bachelet la veo cuando voy a Nueva York, y la última vez que estuve allá fue a raíz de mi participación en una reunión en la que nos citó a los dos el secretario general de Naciones Unidas, Ban Ki-moon, y ahí conversamos un rato. Pero no me pregunte acerca de lo que hablamos, porque prefiero mantener la reserva y no hacer comentarios al respecto.
Separando aguas del Mercosur y de Unasur
-Les ha llamado la atención a muchos analistas que, a partir de la reciente crisis institucional en Paraguay, la OEA haya aparecido completamente desmarcada del Mercosur y Unasur, por lo que menos se refiere a las sanciones.
-Yo creo que, en realidad, no hay ninguna razón para que los organismos internacionales tengan que hacer todos exactamente lo mismo. O sea, todos hemos reconocido que la interrupción o, más bien, la falta de continuidad del proceso político en Paraguay, es siempre negativa.
Hubo una crisis, eso es claro. La única diferencia es que acá los Estados miembros, que finalmente deciden, suman un número bastante mayor que el de la Unasur. Son 35 Estados miembros los de la OEA. Y lo que se ha considerado es que es necesario más bien preocuparse de lo que ocurre en la transición hacia un proceso democrático de nuevo y no establecer sanciones que pueden causar daño a la economía paraguaya.
Pero ciertamente las decisiones de los vecinos de Paraguay, de los países de América del Sur, son plenamente respetables. Son diferencias de énfasis, si se quiere, y además yo creo que ha habido genuinamente una discusión no solamente entre los países, sino que en los países mismos, sobre qué se puede llamar golpe de Estado y qué no. Pero yo no dramatizaría las diferencias, ni mucho menos.
-Después de unas declaraciones suyas, el canciller brasileño, Antonio Patriota, dijo que su posición como secretario general de la OEA no necesariamente era compartida por todos los Estados miembros de la organización.
-Es bueno leer el informe final de la comisión que me acompañó a Paraguay, porque eso yo lo dije explícitamente. Dije que el informe contenía una serie de puntos y que la parte de las conclusiones era mi opinión y que, como tal, ni siquiera comprometía a los cinco embajadores que me acompañaron. Por lo tanto, tiene toda la razón el canciller Patriota.
En defensa de la "burocracia internacional"
-En la Asamblea General celebrada en Cochabamba en junio pasado, el Presidente de Ecuador, Rafael Correa, anunció que iba a ir a ese encuentro "a poner en su sitio a una burocracia internacional que se cree por encima de los Estados".
-El Presidente Correa se refería, por cierto, a su polémica con la Comisión Interamericana de Derechos Humanos por problemas específicos con la prensa de su país. Yo, la verdad, creo que él tiene derecho a expresar su opinión. Ahora, lo mejor de la reunión, a mi juicio, y lo mejor de la OEA, en general, es que finalmente todos van a este foro a dirimir sus diferencias.
Allí fueron los argentinos a reclamar lo que todos los países de América piden, que son negociaciones por las Malvinas, pero ahí estaba también sentado el embajador del Reino Unido, que escuchaba todo esto y que pudo hablar. Allí fueron, asimismo, los bolivianos a reclamar por el tema del mar con Chile, y ahí estaba el canciller de Chile y les pudo contestar. Ahí fue, desde luego, el Presidente Correa a denunciar a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, esta burocracia internacional de la que habla, y estaban los defensores de la CIDH, que creen que este organismo ha desarrollado en las últimas cinco décadas un papel fundamental en la defensa de los derechos humanos en el continente.
-A propósito de eso, ¿habrá una misión de observadores de la OEA en la elección venezolana de octubre próximo?
-Lamentablemente, lo más probable es que no vayamos a estar presentes con una misión observadora, pero no es porque nosotros no queramos ni porque algún grupo en particular nos lo pida, sino porque la Carta Democrática Interamericana es muy clara: sólo podemos enviar misiones de este carácter cuando existe una invitación específica de parte de los países donde la gente va a acudir a las urnas.
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